viernes

Otra dimensión





Marek Fijałkowski, painting




Con el chorro del agua calentísimo
mi piel no se inmuta,

ni me quema, ni saltan chispas.
La enfrío y tampoco noto nada.

Intento recordar algún momento,
tengo la maleta llena de poemas

versos de amor terribles.
Y difusamente aparece una taza de loza.

Compartíamos creo, los desayunos
hace miles de años.

En la otra vida, en otra dimensión.
El día que decidí partir al futuro de un tajo,

para redimir mis pecados
para encontrar los valles verdes.

Dónde están esos bosques gloriosos
con los que soñaba...

Sólo el residuo de aquella taza de loza
me hace dudar, si de verdad estuve muerta tanto tiempo.

O si estos siglos, sólo han sido
un crecer de cabello y uñas irreversible.


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jueves

Sinfonía rusa

Sergey Kondrashov




En las montañas de Rusia
nos abandonamos para siempre.
En primer lugar,
porque me dejé la razón
en la mesilla escondida,
y en segundo lugar,
porque tú, renunciaste a tu vida anterior.
Y así, nos fuimos descongelando,
el alma primero,
después la piel
y por último,
nos fuimos derritiendo
hasta formar una amalgama,
una partitura
con acordes insospechados.
Ahora,
muchos países más abajo,
cuando la luna está encendida
y sopla el viento del norte,
el cristal de mi ventana
retumba,
yo tirito y me estremezco toda,
cuando
la lluvia y sus cuatro movimientos,
repiten aquella sinfonía.


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domingo

Puro cobre

ZHANG -JIE






Te recuerdo con el cable en la mano,
los pies en las baldosas
y la espalda desnuda.

Sin luz, sin agua,
con la saliva densa y
la boca seca.

Amanecíamos ateridos
temblando bajo la claraboya
de aquella habitación de otros.

Y tu me dijiste
que mi pelo era igualito
al color del cable. Puro cobre.

Olía a jabón lagarto mi pelo
y el agua helada
le daba un brillo descomunal.

Nunca salió el sol,
en aquellos días
grises como trampas.

Sólo el brillo de mis rizos
y tus ojos verdes,
nos iluminaban las horas.


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miércoles

Qué malo es escribir de penas

Evre Okumus




Creo que los poemas se hicieron
para no olvidar el amor.
Si, como lo oyen.
Porque de esta manera, tan
de meternos nosotros mismos
los dedos en la llagas supurantes,
no nos dejamos ni una milésima de oportunidad
para olvidar.
Y pobres, los que leen,
esos si que tienen mérito.
Buscando alivio para sus penas
y nosotros, les metemos
las uñas en los ojos
hasta el tejido epitelial.
Y el glandular si me apuran.
Y nos importa un pito, perdóname Girondo
que las mujeres y los hombres
y hasta los niños,
los perros diría yo
lloren sin desconsuelo.
Y no lloran porque se emocionen
en mi caso, seguro, lloran de pena,
pena de poema, estoy convencida.
Y lo peor, el amor ahí dando vueltas,
brincando el ladino.
Qué malo es escribir de penas
pero peor es leerlas, se lo juro.



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